“No es bueno hacer acepción de personas”. Proverbios 28:21
Si por algo se ha caracterizado la ciudad de Cartagena de Indias a través de su historia es por ser una urbe que le ha abierto sus brazos tanto a connacionales como a extranjeros como dan fe las existentes colonias de inmigrantes; y también, las colonias de compatriotas venidos de diversas regiones de Colombia.
Aunque sabido es que tanto xenofobia como chauvinismo son expresiones alusivas a sentimientos contra lo extranjero, diciéndose de la primera que es el odio, rechazo y hostilidad; y de la segunda, la creencia exagerada a creer que todo lo nacional es lo mejor; me he atrevido a tomar ambos conceptos para aplicarlos de manera criolla, o local, para referirme a los visos que de estas dos condiciones están apareciendo, como nunca, en la Heroica Ciudad.
Es probable que la atracción por la ciudad sea debida a su belleza natural, a sus playas, a su historia, a su industria petroquímica, y por qué no, a esas cosas desagradables como la prostitución y el descarado proxenetismo que nos han dado el estatus mundial de ser una capital que pareciera ser complaciente con esta práctica deshonrosa.
Pero también, para el ejercicio de la política, el servicio público y privado, la ciudad que seduce a muchísimos colombianos ha sido una ciudad de puertas abiertas y no una ciudad de visos xenofóbicos y chauvinistas como los que se están levantando contra el alcalde Dau y contra algunas personas que conforman su gobierno.
Si de enumerar fuera, los ejemplos de Cartagena como ciudad de brazos abiertos, nos tendríamos que remontar indiscutiblemente a la época de la conquista, la colonia y aún, la época de la independencia, época de la que podemos recordar, entre muchos, al cubano Pedro Romero, y a los momposinos hermanos Gutiérrez de Piñeres.
Pero aterrizando en esta época, mucho más reciente, la Cartagena jamás xenofóbica ni chauvinista le ha dado la oportunidad de ser su alcalde a muchos ciudadanos que habiendo nacido en Mompox, Tadó, Ovejas, los Pendales y San Antero, y así lo fueron.
De igual manera la Cartagena jamás xenofóbica ni chauvinista ha acogido a una infinidad de colombianos que han tenido la oportunidad de sentarse en curules de su Concejo, como los que llegaron de Magangué, San Estanislao de Koska, del territorio Paisa, San Onofre, Mompox, Luruaco, Pinillos, San Benito Abad, y hasta de los Pendales.
Tampoco en otros escenarios como el comercial, el industrial o en los medios de comunicación se han oído o percibido visos de xenofobia y chauvinismo, a la criolla, como el que ha sobrevenido ahora que asumió William Dau Chamatt como alcalde Cartagena.
Como he venido haciendo referencia, de manera curiosa se han estado escuchando en Cartagena voces de una especie de xenofobia y chauvinismo a la criolla; voces que vienen, con más frecuencia, por parte de algunos miembros de ese grupo edilicio de los que se dice coadmnistran la ciudad, a los que llaman Concejales.
Del alcalde Dau Chamatt han dicho, hasta la saciedad, que por haber vivido varios años fuera de Cartagena no es competente para gobernar la ciudad, desconociendo que hoy el mundo es una aldea global.
Del Secretario de Planeación, Guillermo Ávila, dicen que por ser guajiro, no debió ser nombrado; de la recién nombrada directora del DATT, Sindry Camargo, cartagenera con dignos pergaminos, se han atrevido a decir que por haber vivido durante la última década fuera de ciudad, tampoco es competente para el cargo, y a Lidys Ramírez, asesora del alcalde, por sus rasgos indígenas, la tratan despectivamente.
Finalmente, dicen las Escrituras, “Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener”.
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