El escándalo está armado por cuenta de una imprudencia del presidente colombiano Iván Duque, al utilizar indelicadamente el avión presidencial.
No entraré en la discusión si es legal o no el vuelo a Panaca, con la familia presidencial. Lo que sí es inocultable e indefendible, es que es una extravagancia semejante vuelo.
Las familias presidenciales, como las reales, tienen muchos beneficios, pero igual deben ser conscientes de sus limitaciones y esta incluye a los niños, por el solo hecho de estar bajo la lupa constante de la ciudadanía.
El punto no es cuantos presidentes han mal usado el avión asignado a funciones estatales, sino que no puede convertirse en justificación el indebido actuar de otros, y ser licencia para el accionar indebido de los sucesivos.
Lo importante no es que no te vean actuando inadecuadamente, sino actuar debidamente aun cuando no te estén viendo.
Lo que nunca lograré entender, es si se tiene uso de razón de que algo no debió hacerse, pero ya se hizo, por qué es tan imposible presentar disculpas ante lo realizado y por el contrario entrar en el juego de una serie de justificaciones, que le están diciendo a quienes nos «toca» oírlas, que somos unos idiotas y listo.
Eso lo que logra es avivar más un debate que bien pudo ser mitigado con un acto de constricción, por demás esperado. Es lo mínimamente delicado y honrado que debió hacerse.
¿Cuál es el miedo a reconocer un error? ¿no sabe realmente que cometió un error, hasta con su propia familia, exponiendo a unos niños a semejante descuartizamiento mediático, por no haber entendido que «él no se puede» fue la primera falla cometida, al dar gusto a su pequeña?
Cualquier padre quiere complacer a sus chiquillos, pero un «no se puede» siempre será una opción, además formadora.
Aquí la culpa es del presidente Duque, por no usar el «no se puede» y peor aún por no reconocer una falta y tratar con respeto a los colombianos, que un solo «la embarré» era suficiente para salir como un príncipe de la embarrada cometida.
Ahora si el orgullo o el miedo dominan a un gobernante al extremo de no permitirle presentar unas disculpas, entonces estamos en la mala.
El asunto no es menor. Hablar de austeridad y embarcar en el avión presidencial una piñata y sus aderezos, es sabido un comportamiento al mejor estilo de los dineros fáciles en sus mejores tiempos. Se rompe el mensaje y la coherencia.
Desde donde se mire, no estuvo bien hecho por la familia presidencial y una vez » pillados» fue pesimamente manejado.
No quiero imaginar el sentimiento de culpa que debe estar sintiendo la pequeña, si se ha enterado de la tormenta causada por el viajecito presidencial, para festejar su cumpleaños.
En un país donde miles de niños se acuestan el día de su cumpleaños no solo sin haber tenido una torta, sino sin probar un bocado de alimento; lo hecho por Duque y su señora, que son los directamente responsables, no deja de ser una afrenta, rayando en la burla. Consciente o no, fue un error, ante el cual nadie ha dicho lo siento. Primero los egos. Así no es.
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