El “Mamertismo” es el hijo “Millennial” del “Nadaísmo” de los años 60. Es también la manifestación cobarde de aquellos que, a conveniencia, se ocultan tras las enaguas de la libertad de expresión para calumniar, injuriar o hacer daño a quienes no les representan una amenaza real. Los hay burgueses y burócratas, comunistoides vergonzantes, agazapados y camuflados. Por eso entre el mamerto y el criminal que no esconde su condición ilegal, me quedo con el segundo.
Mamerto es aquel que predica, pero no practica. El que de todo se queja sin aportar consideraciones constructivas. El pusilánime que solo critica y repite lo que resulta atinado decir dentro de su propio círculo social. El mamerto despotrica sin pensar en el significado y el poder de las palabras, y no se atreve a respaldar con hechos lo que arenga.
El propósito de argumentar y discutir nunca debe ser la victoria de un argumento, propuesta o ideología. Toda conversación democrática debe llevar al progreso de todos los que participan en ella y de la mayoría indefensa que debe estar siempre representada por la ecuanimidad y la sensatez que supone el servicio público y un mandato popular.
Toda aspiración y argumento son validos siempre y cuando se mantengan en el marco de la legalidad. A lo que nadie tiene derecho, es a reclamar derechos o afectar de palabra o de hecho los derechos de los demás, sin antes cumplir sus obligaciones cívicas y éticas.
Las posiciones extremas, siempre se nutren unas de las otras. Despiertan odios, pasiones, abusos, resentimientos y violencia a partir de la vulneración de los derechos de los demás. Los extremistas nunca arriban a consensos, y los choques de extremos siempre terminan en imposiciones, independientemente de cual bando reclame victoria.
La narrativa destruye, cuando no está respaldada por la verdad. El resentimiento social o personal, al igual que las causas acomodadas a objetivos electorales o revolucionarios, no pueden justificar recuentos ideológicos, lemas y reclamos confeccionados faltando a la verdad y mucho menos afectar los derechos de los demás o recurrir a la violencia.
El tratar de cambiar la narrativa sobre los hechos históricos, no valida las equivocaciones de épocas pretéritas. Mucho menos homologa la repetición de las mismas como forma de obtener votos o de hacerse al poder que supone la conducción de un Estado.
La civilización no es otra cosa que la cultura de aportar y construir a la sociedad. Cuando la gente protesta, con o sin razón, por lo general solo repite insatisfacciones propias o ajenas, pero poco aporta en materia de soluciones a toda una incuestionable infinidad de falencias.
Hay causas que son asunto de todos y no deben servirle a nadie como narrativa para hacerse notorio, ganar dinero, votos o taparse la cara ante determinadas audiencias. Ni la preservación del planeta y su atmósfera, aire, aguas, biodiversidad, especies, ecosistemas; ni la universalidad e inalienabilidad de los Derechos Humanos; ni la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad; pueden ser causas o banderas de un solo partido político, mucho menos propiedad exclusiva de una ideología que tienda más a cualquier extremo.
Fin LGEV V-3 Julio 18 2021
Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez
Agricultor, Ganadero, Abogado y Economista Agrícola.