Su libro Aproximaciones sucesivas resultó ganador del V Premio de Poesía Lugar Común
Por LOLBÉ GONZÁLEZ ARCEO
No sé cómo obtuve un pez suicida
No sé cómo obtuve un pez suicida. Parecía un animal común. A raíz de esto escribí un mecanismo de defensa que empieza diciendo: quisiste ser pecera. Uno pensaría que después de tanto tiempo fuera del agua hay falta de aire, dolor de cabeza, intranquilidad, confusión. Es asombrosa la capacidad de la memoria para echar su humo blanco sobre asuntos esenciales. «Tu pez se suicidó», me dijo, le pareció gracioso.
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Para tener hijos había que inyectarnos en el corazón. Madre no quería hacerlo, algo la obligaba. Cuando no pudimos retrasar más el procedimiento, aproveché para saltar un muro y escaparme. Me fui a pasear entre los puestos de ropa de medio uso que huele a humedad, vestidos en el paso previo a ser desechados o pantalones que han alojado por lo menos unos tres pares de piernas distintos.
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Era verano cuando fui a ver al doctor. «Acompáñeme. Por favor, abra la boca». Algunas cosas son frágiles como cristal de adornito de feria. Por eso cuando el polvo se acumula encima es mejor soplar brevemente, casi sin establecer contacto con el material. Él tomó una muestra de mi saliva y se la tragó. Como si eso fuera a aliviarme o como si con eso pudiera saberse alguna cosa decisiva sobre mí. No repliqué. Alguien entró a la blanca habitación y, sin atender a ninguna otra cosa, dijo: «Muy bien, doctor Fraude, se me va de aquí».
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Tengo mis propios problemas. No puedo pasarme la tarde acercando la oreja al interior de un caracol para descifrar el mensaje reiterativo de un mar del que ahora me encuentro lejísimos. ¿No lo has notado? La pregunta por la causa es una trampa, pensar que de haber tenido antes cierto conocimiento uno hubiera podido redirigir el cauce de las costas. En cualquier caso, es esa la única respuesta que obtendrás: escucha con atención.
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Tuve que levantarme, dejar el sitio que antes ocupaba junto a él. Fue así como empecé a vagar. Ninguno de los ahí presentes me permitía ocupar asiento alguno. Ni siquiera en lo que yo descansaba. ¿En qué puede perjudicarles?, pensé. Pero nadie atiende a los razonamientos de una sinlugar, porque para poder reclamar un sitio es requisito haber tenido otro previamente.
Amigo chino
mi amigo Li aseguraba provenir del lejano oriente
¿exactamente de dónde? le pregunté
después-después decía todas las veces
no tenía los ojos rasgados
era incapaz de trazar un solo sinograma
hablaba un perfecto español,
sabía de China lo mismo que cualquier humano
elegido al azar
en una multitud
contra toda evidencia elegí creerle
me confundía muchísimo Li
cinco años después de conocerlo
refería inesperados datos de su vida
que él aseguraba que ya me había contado
varias veces me pregunté
qué clase de poder tenían sobre mí
sus ojos de niño extraviado
sus exigencias de monarca
su curiosidad de nuevo en el mundo
en ocasiones él me buscaba
y pronunciando cada palabra con solemnidad
decía cosas del tipo «Perdí-un-bolígrafo»
luego me demandaba consuelo
yo regresaba a casa llena de dudas
¿era Li un sabio o un simple?
a mi amigo le gustaban casi todas las mujeres
probablemente también yo
jamás pude llorar en su presencia
y eso que mi amigo chino expulsaba de su boca
palabras víbora constrictora
o palabras filito de navaja gillette
nuestro último encuentro fue por escrito
Li me dejó un emotivo recado: «ven»
rumbo a su casa me distraje mirándome un lunar
hasta que se hizo de noche
Un pez
Quisiste tragarte un pez
ser casa, cueva, refugio
pero los peces viven en peceras
o, mejor todavía, en el mar.
Los peces no viven
bajo ninguna circunstancia
recuérdalo siempre
adentro de las mujeres.
Hubo mucho de soberbia
en la ambición optimista
de convertirte en acuario.
Tu estómago no es almacén
del agua salada que se produce
cada domingo por la tarde
o cada miércoles por la mañana
en el área frontal de la cabeza
detrás del ojo
adentro del pensamiento
a un costado del lóbulo.
Por eso anduviste tanto y tanto rato
—espectáculo más triste—
con un cadáver de pez en el vientre.
Está durmiendo —dijiste—
y mientras soñabas el sueño de un pez
imaginaste piruetas
elaboraste virtudes
adquiriste piedras multicolor
dispuesta a tragártelas
qué tonta
para cuando el pez despertara
¿Qué vas a hacer ahora
es pregunta
con toda esa parafernalia
colorida evidencia
del fracaso?
Caracol
admite
palabra tan seria, tan solemne
que lo que escribes
por salir de ti
trae siempre una marca
baba de caracol
con la que es posible
¿qué le vamos a hacer?
seguirte el rastro
Na + Cl→ Na+ + Cl-→ NaCl
la sal: no comprarla en lunes, no dejarla caer. en caso de que se desparrame dibujarle encima una cruz. no robarle al mar caracoles ni conchas. van a salar la casa, sus corredores y las camas de las mujeres. una estructura cristalina, una formación cúbica muy sencilla. sal sol ¿qué cosa buscas, más sal? pero si ya tiene. ay, niña. tú quieres ser como las vacas. lamiendo un bloque inmenso todo el día. te vas a hinchar. por lo menos recuerda: no comprarla en lunes. lo salado, al mar.
Método de curación
Le llaman salmuera a la preparación de agua y sal. Un remedio antiguo para sanear heridas adentro de la boca. Una muela fuera, por ejemplo. Para evitar la infección de garganta, disolver en un vaso de agua una pequeña cucharada de sal. Breve simulacro de mar en la cocina. Luego hacer gárgaras. Fingir el ahogamiento próximo pero controlado. El líquido va más allá de la lengua, sólo hasta la puerta de la garganta y ahí, mediante el borboteo, se burla de la posibilidad de la muerte, de la descomposición, de la pestilencia que provoca la palabra no dicha. La sal calma la sangre irritada del cuerpo, el agua permite que se deslice por la cavidad bucal. La palabra atorada no sale, pero tampoco se pudre. Permanece ahí en conserva como una sardina o una aceituna que se lleva a todas partes.
El mecanismo de la sed
¿Cómo sé que en verdad tengo sed
cuando me levanto por un vaso de agua?
desconfío de la señal de mis osmorreceptores
así que sostengo el vaso con una especie de fe
mientras doy vuelta a la llave y lleno un vaso de agua
pienso: esto sin duda está bien
la calma del gesto simple
inocuidad universal sin lugar para la sospecha
imagino a mis ancestras sonreír
a mi madre, a mi doctora,
a los hombres a los que he amado
todos estarán de acuerdo en esto
imagino a las monjas de la escuela
a la vendedora de periódicos que saludé cada mañana.
quizá tomar agua sea lo único que puede hacerse
con la garantía de no provocar destrucción
no sé si tengo sed
pero me aferro a la inocuidad
De todo lo demás dudo.
*Los poemas aquí seleccionados pertenecen al libro Aproximaciones sucesivas, de Lolbé González Arceo (México, 1986), ganador del V Premio de Poesía Lugar Común (2023). Edición bilingüe: español e italiano. Prólogo: Gabriela Kizer. Traducción al italiano: Silvio Mignano. Alliteratïon Publishing, 2024.
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