«A menos que Trump intervenga personalmente, lo que veo poco probable, parece que las dos naciones están al borde de una competencia nuclear más intensa con implicaciones de largo alcance para la estabilidad internacional».
Bajo el liderazgo de Xi en los últimos años, China también se ha vuelto más firme en sus reivindicaciones territoriales sobre Taiwán y el mar de China Meridional.
Una de las preocupaciones es que Pekín se esté preparando militarmente para invadir Taiwán, que considera una provincia escindida que acabará estando bajo su control.
Con Trump y su gabinete, ¿estaría Estados Unidos dispuesto a defender a Taiwán?
Es una pregunta que se hace a todos los presidentes estadounidenses. Trump la ha esquivado, diciendo que no tendría que usar la fuerza militar porque Xi sabía que está «loco», y que impondría aranceles paralizantes a las importaciones chinas si eso ocurriera.
A pesar de que Trump no está dispuesto a participar en guerras extranjeras, la mayoría de los expertos espera que Washington siga prestando asistencia militar a Taipéi.
Por un lado, está obligado por ley a vender armas defensivas a la isla. Por otro, el primer gobierno Trump es el que más armas ha vendido a Taiwán.
«Hay un fuerte apoyo bipartidista para continuar la ayuda militar a Taiwán. No espero que Trump cambie significativamente de rumbo en la venta de armas a Taiwán», afirma Morris.
Dejando a un lado estas flagrantes diferencias, Trump parece admirar la imagen de hombre fuerte de Xi.
En 2020 declaró que él y Xi Jinping «se amaban», incluso en medio de una encarnizada guerra comercial con China.
«Tuve una relación muy fuerte con él», confirmó en una reciente entrevista con el Wall Street Journal.
Es difícil saber qué piensa Xi: ha dicho muy poco sobre su relación y apenas menciona a Trump por su nombre.
En 2018, el medio estatal chino CGTN apuntó directamente al líder estadounidense y publicó un video poco halagador con el sarcástico título: «¡Gracias, señor Trump, es usted genial!». Más tarde fue retirado por los censores.
Pero lo que sí sabemos es que ambos líderes proyectan un tipo de nacionalismo con mucho músculo.
El sueño de Xi es el «gran rejuvenecimiento de la nación china» y Trump cree que sólo él puede «volver a hacer grande a Estados Unidos». Ambos prometen que están trabajando por una nueva edad de oro para sus países.
La «edad de oro» de Trump para Estados Unidos incluye aranceles de 60% sobre los productos fabricados en China.
Pero Pekín no está de humor para una segunda guerra comercial. Tiene sus propios problemas.
La atonía de la economía frente al factor Musk
El sueño de prosperidad del presidente Xi está en peligro.
La economía china es lenta, su sector inmobiliario se hunde, casi 20% de sus jóvenes tiene dificultades para encontrar trabajo y su población es una de las más envejecidas del mundo.
En el Templo del Cielo se hace patente parte de este dolor económico.
Nos unimos a la multitud de grupos de turistas chinos que atraviesan las puertas de mármol blanco.
Se ha puesto de moda entre los jóvenes vestirse con trajes de la dinastía Qing, aunque sus largas túnicas de seda a menudo no ocultan la otra gran tendencia: las gruesas zapatillas blancas.
Decenas de grupos escolares escuchan atentamente a los guías sobre la colorida historia de su ciudad mientras se forma una cola alrededor del altar para pedir un deseo.
Observo a una mujer de mediana edad vestida de negro. Se gira tres veces, junta las manos, cierra los ojos y mira al cielo. Más tarde le preguntamos qué ha pedido.
Dice que mucha gente viene aquí y pide que sus hijos consigan trabajo o ingresen en una buena escuela.
«Deseamos una vida mejor y mejores perspectivas», dice.
Aunque China afirma haber erradicado la pobreza extrema, millones de obreros y trabajadores de fábricas del país, aquellos que contribuyeron al ascenso de China, se preocupan por lo que está por venir.
Su futuro y el de China dependen de cuán serio sea Trump con los aranceles. Pero esta vez Pekín está preparado, asegura Yu Jie.
«China ya empezó a diversificar sus fuentes de importación agrícola (notablemente de Brasil, Argentina y Rusia) y ha incrementado su volumen de exportaciones a países que no son aliados de EE UU», señala.
«Y a nivel doméstico, la reciente recapitalización de la deuda del gobierno local está allanando la vía para compensar los impactos negativos de una probable guerra comercial con el gobierno de Trump».
Pekín también puede tener otra esperanza.
El multimillonario Elon Musk parece tener ahora la atención de Trump. Su empresa Tesla depende de China para la producción: cerca de la mitad de sus vehículos eléctricos se fabrican en el país asiático.
Los líderes chinos podrían preguntarse si Musk puede moderar los impulsos comerciales de Trump.
Pero la gran lucha de poder del siglo XXI no es solo por el comercio. El sueño de Xi también implica convertir a China en la potencia dominante del mundo.
Algunos expertos creen que es aquí donde otra presidencia de Trump puede ofrecer a Pekín una oportunidad.
El lugar de China en la escena mundial
«Los líderes chinos reforzarán la narrativa de que Estados Unidos es la única y más perturbadora fuente de inestabilidad global, mientras presentan a China como una potencia mundial responsable y segura de sí misma», afirma Yu Jie.
Biden pasó cuatro años forjando amistades en Asia con países como Corea del Sur, Japón, Filipinas y Vietnam, en un esfuerzo por contener a China.
En el pasado, la doctrina «América primero» de Trump aisló y debilitó estas alianzas estadounidenses. Optó por los acuerdos en lugar de una diplomacia delicada y a menudo puso precio a las amistades de Estados Unidos.
En 2018, por ejemplo, exigió más dinero a Corea del Sur para seguir manteniendo tropas estadounidenses en el país.
Pekín ya ha construido alianzas con economías emergentes. También está tratando de reparar su relación con Reino Unido y Europa, al tiempo que repara agravios históricos con sus vecinos asiáticos, Corea del Sur y Japón.
Si la influencia de Washington disminuye en todo el mundo, podría ser una victoria para el presidente Xi.
De vuelta al parque, mientras discutimos los resultados de las elecciones estadounidenses, un hombre levanta cuatro dedos.
«Solo le quedan cuatro años», dice. «En Estados Unidos siempre cambian los líderes. En China, tenemos más tiempo».
En efecto, el tiempo corre a favor de Pekín. Xi podría ser presidente de por vida. Y así puede permitirse avanzar lenta pero firmemente hacia sus objetivos.
Aunque Trump se interponga, no será por mucho tiempo.